SILVIO RODRIGUEZ Y CESAR VALLEJO

Irse de campamento con gente que le gusta escuchar Trova (que, dicho sea de paso, por aca abundan) puede convertirse al menos para mi en una experiencia más tortuosas que se pueda imaginar. Y es que la solemnidad que estos chicos le impregnan tanto al hecho de escuchar las canciones de Rodríguez, como de cantarlas a voz a cuello, en lugar de conmoverme, me da vergüenza ajena. Pero quizá sea una apreciación un tanto cruel, carente de sensibilidad. Quizá haya que comenzar por preguntarme por qué los seguidores típicos de Silvio tienen ese perfil.



Una primera respuesta a dicha interrogante puede provenir del contexto histórico en el que surgió la devoción por el cantautor cubano. Corría la decada de 1970 y por aquellos días había una indesligable conexión entre la izquierda y la música Trova, cuyo máximo exponente era justamente Silvio. Por que la de Rodríguez era una apuesta estética pero tambiñen política, de corte socialista. Así, alguien que no comulgara con esas ideas no se ubiera puesto a escuchar, ni en sus más terribles pesadillas algunas de estas canciones.



Posteriormente, sin embargo, con el fin de la Guerra Fría y la difusión del CD, un nuevo "manchon" de jóvenes latinoamericanos se enganchó con las canciones del Trovador, pero esta vez despojados del compromiso político de antaño, valorando la música y la poesía de Silvio, más allá de lo que dice, por la forma en que lo dice, por ese talento indiscutible que tiene para usar las palabras.



Y es que probablemente ningún otro cantautor haya logrado aproximarse tanto a la posía de Cesar Vallejo como Silvio Rodríguez, e leido por alli entrevistas de Silvio declarando profunda admiración por el poeta peruano. En realidad, no es del todo sorprendente constatar cómo a travez de su música, Rodríguez pudo asimilar la influencia vallejiana considerando la musicalidad intrínseca del maravilloso poemario que es TRILCE.



Tal como han apuntado muchos entendidos en la materia, Silvio heredó del poeta peruano esa habilidad para jugar con las palabras, de manera tal que se imponga su sonoridad, icluso muchas veces por encima de su significado.



Es quiza por eso que puedo encontrar una respuesta a la pregunta que me planteada inicialmente, sobre el por qué del culto (desmedido y apasionado) que le rinden aquellos que no se cansan de visitar reductos barranquinos en busca de un trovador que pueda entonar Óleo de una mujer con sombrero o Masa.



Hace poco menos de un año no tenía la menor idea de lo que era la Trova, hasta que encontré el Blog del Trovator, quizá dirán que es muy poco el tiempo para que me atreva a hablar de Trova pero es que esta música me a cautivado, no al punto del fanatismo, pero ahora la escucho con más regularidad que antes, agradesco tambíen a mis queridos amigos Rodolfo y Estela por prestarme esos discos de Silvio que me acompañaron varias veces en mi cuarto solitario.