No conozco a ese alguien
enterrado en la carne negra del espacio,
oculto de todos y si mismo,
elucubrando,
deshaciendose,
ovillando.
Soy un hijo del río de aguas turbias,
me siento tranquilo
con mi nombre anciano a cuestas
en el borde del principio de las cosas.
Yo te dije,
somos pocos
cada uno de nosotros
perdidos, dando vueltas
sin llegar realmente a conocernos
del plexo para acà.
Y no era lo más triste
y si lo más hermoso
y entonces sonreíste.
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